Por qué la Bolsa no debe cerrar
La liquidez del inversor es la principal razón para no cerrar la Bolsa. Tiene poco sentido que un pequeño accionista pierda su empleo, necesite dinero y no pueda vender ni sus títulos ni sus participaciones en fondos
¿Por qué no se cierra la Bolsa cuando miles de empresas, muchas de ellas cotizadas, han parado su actividad? ¿Es lógico tener abiertos los mercados bursátiles cuando la volatilidad de las cotizaciones alcanza el 70% y el pánico ha provocado caídas de más del 50% en grandes valores como IAG, Sabadell, ACS, Meliá o Bankinter?
El parón económico decretado por el Gobierno Sánchez ha dado alas a los partidarios del cierre bursátil. Estos argumentan que en la actual coyuntura las cotizaciones fluctúan de una forma dramática y que el precio de las acciones no refleja las perspectivas reales de las compañías, sino que los inversores toman decisiones llevados por las emociones, por el pánico o por el número de víctimas que cada día se cobra el coronavirus.
Los defensores de parar la maquinaria bursátil de manera temporal hasta que el mercado funcione eficientemente dicen también que no tiene sentido que se cierren fábricas, colegios, bares, restaurantes, comercios... y que, sin embargo, la Bolsa siga operando.
Por contra, el presidente de la CNMV, Sebastián Albella, se muestra contundente en la defensa de que las Bolsas se mantengan abiertas. "Que los mercados sigan funcionando -señala- es vital para el sistema financiero y para la economía, más si cabe en circunstancias como las actuales. Los mercados permiten que los precios se ajusten en función de la información existente y proporcionan liquidez a los inversores interesados en modificar sus carteras".
La liquidez del inversor es la principal razón para no cerrar la Bolsa. Tiene poco sentido que un pequeño accionista pierda su empleo, necesite dinero y no pueda vender ni sus títulos ni sus participaciones en fondos y en planes de pensiones. Se sentiría atrapado en una especie de corralito bursátil que tendría efectos perversos en los mercados financieros. Una falta de liquidez por el cierre de la Bolsa podría llegar a provocar, incluso, fugas de depósitos.
De hecho, son contadas las ocasiones en que se han clausurado los mercados. En Estados Unidos, Wall Street cerró cuatro días tras los terribles atentados del 11 de septiembre de 2001, mientras que la Bolsa española sólo dejó de operar durante los años de Guerra Civil. A raíz de la actual pandemia, el único mercado que ha cerrado es la Bolsa de Filipinas.
Para hacer frente a la elevada volatilidad y a los desplomes históricos de las Bolsas -el Ibex sufrió su mayor caída el 12 de marzo al perder un 14% y el Dow se dejó un 13% el 16 de marzo-, los reguladores han aumentado los rangos de caída y subida de las acciones, como hizo la CNMV en marzo, y han puesto en marcha las denominadas subastas de volatilidad, que es suspender momentáneamente la sesión para agrupar las órdenes de compra y de venta, y evitar así oscilaciones desorbitadas.
Mantener las Bolsas abiertas permite también que los ciudadanos más afectados por la crisis del coronavirus puedan rescatar sus planes de pensiones antes de la jubilación, como aprobó el Gobierno en su último decreto. Esto no sería posible si los mercados están cerrados. Es verdad que puede parecer una temeridad vender acciones ahora con precios de derribo como los actuales, pero eso es algo que debe decidir el inversor, que en un momento como éste puede necesitar liquidez urgentemente.
Los defensores de mantener abiertos los mercados también argumentan que la Bolsa es un termómetro de la actualidad económica y refleja no sólo las expectativas de las compañías cotizadas, sino también las perspectivas macroeconómicas del país. Además, supone un examen para la gestión que están llevando a cabo en la crisis los dirigentes políticos.
El debate sobre la apertura o no de las Bolsas también esconde una cierta controversia ideológica. Los más liberales defienden los mercados abiertos, mientras que los partidarios de una mayor intervención del Estado en la economía -representados por Podemos- serían proclives al cierre "para poner freno a los especuladores".
Lo que sí ha hecho la CNMV es prohibir las posiciones cortas desde el pasado 17 de marzo hasta el próximo 17 de abril. El supervisor quiso así impedir la actividad de los inversores bajistas, que ganan dinero con las caídas de las acciones. La CNMV argumentó su decisión en la declaración por parte del Gobierno español del Estado de Alarma y en "la situación de extrema volatilidad que atraviesan los mercados y el riesgo de que puedan producirse movimientos de precio desordenados".
En paralelo, el Gobierno decidió blindar a las empresas del Ibex frente a opas al prohibir la compra de paquetes accionariales superiores al 10% del capital de una compañía que opere en sectores estratégicos como las telecomunicaciones, la energía o las infraestructuras. Esta medida trata de evitar la ofensiva de los fondos buitre y de los cazadores de gangas, que podrían aprovechar la coyuntura para adquirir grandes compañías a precios de derribo.
En definitiva, una cuarentena bursátil provocaría importantes problemas de liquidez y dejaría a muchos inversores sin capacidad para convertir en efectivo sus acciones o sus participaciones en fondos. La Bolsa tiene que seguir funcionando y resistir, como hace toda la población. La Bolsa volverá a subir, y eso será un fiel reflejo de nuestra victoria.
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