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Suecia y la responsabilidad colectiva contra el Covid-19: "Es un experimento muy peligroso"

Mientras medio planeta vive confinado, Suecia mantiene un ritmo de vida relativamente normal pese a que algunos científicos suecos alertan sobre los peligros de esta estrategia



Mientras medio planeta vive confinado, Suecia mantiene un ritmo de vida relativamente normal. Al menos, mucho más normal que el de la mayoría de sus vecinos europeos. El Gobierno del país escandinavo no ha ordenado el confinamiento de la población, ni tampoco ha decretado el cierre de las escuelas ni negocios. No es que todo siga como si nada hubiera pasado. En las universidades no se dan clases presenciales, son muchos los que trabajan desde casa y los usuarios del transporte público se han reducido sustancialmente. Pero los niños siguen yendo a la escuela y jugando en los parques, los restaurantes se mantienen abiertos y, si uno quiere, incluso puede ir al gimnasio, al cine o al teatro.

El Ejecutivo sueco —una coalición de socialdemócratas y verdes— ha basado su estrategia en pocas prohibiciones y en mucha confianza en el buen juicio de los ciudadanos. Las autoridades de este país de poco más de 10 millones de habitantes se han focalizado en intentar evitar la infección entre los grupos de riesgo, especialmente los ancianos, a quienes se insta a reducir el contacto social al mínimo. Pero, al mismo tiempo, anima a los ciudadanos sanos y jóvenes a seguir con su vida, a salir a la calle a gozar del tan anhelado sol primaveral. Eso sí, manteniendo la distancia de seguridad.

Para evitar aglomeraciones, se han prohibido las concentraciones de más de 50 personas (hasta hace poco, el límite eran 500), una restricción mucho más permisiva que en la mayoría de los países europeos. La semana pasada, el Gobierno sueco introdujo nuevas directrices, como prohibir las visitas a las residencias de ancianos. Una medida que, sin embargo, llega tarde. En Estocolmo un tercio de estas instalaciones -como mínimo- ya ha registrado contagios y muertes, algo que las autoridades han reconocido como un fracaso. Desde hace pocos días, también se obliga a los comercios a establecer medidas para garantizar la distancia entre clientes.

"No podemos legislarlo todo"

Pero el eje central de la estrategia sueca gira en torno a la responsabilidad individual. "Todos nosotros, como individuos, debemos ser responsables. No podemos legislar y prohibirlo todo. También es una cuestión de sentido común", ha afirmado el primer ministro, Stefan Löfven. Mientras tanto, guarderías, escuelas e institutos siguen abiertos. Las autoridades de salud justifican que los niños y jóvenes corren poco riesgo de contagio y cerrar las aulas supondría perder una gran parte de la fuerza de trabajo en actividades esenciales si los padres tuvieran que quedarse en casa para cuidar a sus hijos.

Mientras medio planeta vive confinado, Suecia mantiene un ritmo de vida relativamente normal. Al menos, mucho más normal que el de la mayoría de sus vecinos europeos. El Gobierno del país escandinavo no ha ordenado el confinamiento de la población, ni tampoco ha decretado el cierre de las escuelas ni negocios. No es que todo siga como si nada hubiera pasado. En las universidades no se dan clases presenciales, son muchos los que trabajan desde casa y los usuarios del transporte público se han reducido sustancialmente. Pero los niños siguen yendo a la escuela y jugando en los parques, los restaurantes se mantienen abiertos y, si uno quiere, incluso puede ir al gimnasio, al cine o al teatro.

El Ejecutivo sueco —una coalición de socialdemócratas y verdes— ha basado su estrategia en pocas prohibiciones y en mucha confianza en el buen juicio de los ciudadanos. Las autoridades de este país de poco más de 10 millones de habitantes se han focalizado en intentar evitar la infección entre los grupos de riesgo, especialmente los ancianos, a quienes se insta a reducir el contacto social al mínimo. Pero, al mismo tiempo, anima a los ciudadanos sanos y jóvenes a seguir con su vida, a salir a la calle a gozar del tan anhelado sol primaveral. Eso sí, manteniendo la distancia de seguridad.

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Para evitar aglomeraciones, se han prohibido las concentraciones de más de 50 personas (hasta hace poco, el límite eran 500), una restricción mucho más permisiva que en la mayoría de los países europeos. La semana pasada, el Gobierno sueco introdujo nuevas directrices, como prohibir las visitas a las residencias de ancianos. Una medida que, sin embargo, llega tarde. En Estocolmo un tercio de estas instalaciones -como mínimo- ya ha registrado contagios y muertes, algo que las autoridades han reconocido como un fracaso. Desde hace pocos días, también se obliga a los comercios a establecer medidas para garantizar la distancia entre clientes.

"No podemos legislarlo todo"

Pero el eje central de la estrategia sueca gira en torno a la responsabilidad individual. "Todos nosotros, como individuos, debemos ser responsables. No podemos legislar y prohibirlo todo. También es una cuestión de sentido común", ha afirmado el primer ministro, Stefan Löfven. Mientras tanto, guarderías, escuelas e institutos siguen abiertos. Las autoridades de salud justifican que los niños y jóvenes corren poco riesgo de contagio y cerrar las aulas supondría perder una gran parte de la fuerza de trabajo en actividades esenciales si los padres tuvieran que quedarse en casa para cuidar a sus hijos.

La estrategia sueca contrasta con la del resto de los vecinos nórdicos. Dinamarca y Noruega, por ejemplo, fueron de los primeros en Europa en cerrar colegios y parte de los negocios, poco después de que lo hiciera Italia. Estas medidas tempranas les han permitido retrasar por el momento un confinamiento más radical: este fin de semana han circulado imágenes de los centros de Copenhague y Oslo repletos de gente disfrutando del buen tiempo.

Ya hace más de dos semanas que Suecia está sola en este camino. Al principio, se apoyaba en la estrategia similar de Reino Unido, hasta que también Boris Johnson se vio empujado a dar un volantazo y tomar la vía restrictiva que había intentado ahorrarse.

El Gobierno sueco, en cambio, resiste pese a las críticas y a que la curva ascendente de contagiados y fallecidos por el Covid-19 ha empezado a coger carrerilla. La Agencia de Salud Pública (Folkhälsomyndigheten) reportó ayer 7.206 casos confirmados de coronavirus (casi el doble que hace una semana), y el número de muertos aumentó 76 -la mayor cifra registrada hasta ahora- para un total de 477 víctimas (según las últimas cifras disponibles).

"Experimento peligroso"

Suecia es el país nórdico con mayor ratio de muertos por millón de habitantes (39), seguido por Dinamarca (30), pero muy lejos de Noruega (13), Islandia (11) y Finlandia (5). Estocolmo es el epicentro de la infección, con más del 60% de los contagios confirmados y casi la mitad de los fallecidos en Suecia.

“Hemos llegado a un nuevo nivel”, admitió el jueves pasado el epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública, Anders Tegnell, la cara visible de esta crisis y probablemente una de las personas más discutidas ahora mismo en el país. El Ejecutivo sueco se ha basado hasta el momento en las recomendaciones de la agencia liderada por Tegnell, un organismo estatal independiente, para tomar sus decisiones.

Diversas encuestas muestran que la mayoría de la población apoya la línea seguida por el Gobierno, aunque las críticas desde el mundo científico son abundantes. Unos 2.000 investigadores suecos han firmado una carta abierta dirigida al Ejecutivo de Löfven reprochando duramente la estrategia y reclamando medidas más estrictas para evitar la propagación del virus, según publicó el periódico 'Dagens Nyheter'.

Varios científicos han tildado el modelo sueco de “experimento”. Una de ellas es Cecilia Söderberg-Nauclér, profesora de inmunología del Instituto Karolinska de Estocolmo. “Es un modelo que se prueba por primera vez y sin evidencias sólidas de que pueda funcionar”, afirma a El Confidencial en una entrevista telefónica. “Creo que es muy peligroso; deberíamos haber aprendido de lo que ha pasado en otros países”, alerta, a la vez que reprocha la “falta de transparencia” de la Agencia de Salud Pública a la hora de elaborar sus predicciones.

Asegura que el principal problema en Suecia fue la falta de test de detección durante las primeras dos semanas del brote, después de que mucha gente volviera de sus vacaciones de invierno en los Alpes italianos y austriacos: “Perdimos el control del virus ya al principio”. Hasta esta semana, en Suecia se hacían apenas unos 12.000 test de detección por semana, pero el Gobierno ha anunciado que los ampliará a 100.000 semanales y que priorizará a los trabajadores sociosanitarios.

¿Inmunidad de grupo?

Söderberg-Nauclér reprocha que las autoridades suecas han tirado la toalla y han optado, “sin decirlo”, por la tan discutida estrategia de la inmunidad de grupo -que siguieron inicialmente las autoridades británicas- en la que se permite que la enfermedad prolifere hasta que un porcentaje suficiente de personas superen la enfermedad y actúen como barrera proporcionando la llamada "inmunidad de rebaño". Sin embargo, el epidemiólogo jefe de Suecia, Anders Tegnell, negó en una rueda de prensa la semana pasada que exista ninguna “agenda oculta”, y sostuvo que el objetivo ha sido siempre evitar al máximo que los ciudadanos se contagien y proteger a los grupos de riesgo.

A juicio de Söderberg-Nauclér, las medidas que se han tomado no serán suficientes para evitar el colapso del sistema sanitario. Según sus predicciones, los hospitales de Estocolmo estarán saturados en pocos días y, pese a que se están haciendo esfuerzos para aumentar la capacidad (con un hospital de campaña en el recinto ferial, por ejemplo), no habrá camas para todos los enfermos.

“Las autoridades de salud han calculado que se necesitarán 350 unidades de cuidados intensivos en Estocolmo cuando se alcance el pico; yo calculo que será el doble. Y será un caos”, augura. Y se pregunta: “¿Dónde irán estos otros 350 enfermos que necesitan una UCI?”. “Ahora se habla de la atención domiciliaria estratégica. Parece un nuevo concepto para dejar que la gente se muera en casa si no cabe en los hospitales. Si este es el plan, es un plan muy cínico”, critica.

Considera que Suecia debería seguir los ejemplos de los países vecinos y cerrarlo todo excepto los servicios básicos, y recalca que no hay tiempo que perder. “Ya no podemos prevenir una situación muy caótica, pero quizá todavía podemos prevenir una catástrofe o un completo desastre”, argumenta. Aunque tiene pocas esperanzas de que suceda: “Temo mucho que no van a cambiar. Y entonces el sistema sanitario colapsará. Y creo que tampoco cambiarán cuando esto pase”.

Contaremos los muertos a miles La prueba de fuego será la Semana Santa, cuando se teme que vecinos de Estocolmo viajen a otras zonas y contribuyan a esparcir el virus rápidamente. El primer ministro ha instado a todo el mundo a cancelar sus viajes. “Cualquiera que escoja viajar innecesariamente estará poniendo en riesgo la salud de los otros y desafiará las instrucciones de las autoridades. Cargará una gran responsabilidad sobre sus espaldas”, ha advertido en rueda de prensa.

También el rey Carlos XVI Gustavo ha instado a los suecos a quedarse en casa durante las vacaciones. En un discurso televisado el domingo, advirtió: “Tendremos que vivir durante mucho tiempo con las decisiones que tomemos hoy”. Sin embargo, envió también un mensaje optimista: “El viaje es largo y arduo, pero al final, la luz triunfa sobre la oscuridad y volveremos a sentir esperanza”.

Pese al mensaje esperanzador del monarca, el primer ministro ya hace días que prepara a sus conciudadanos para que sean conscientes de que la situación va a durar “varios meses”. Y también, que el número de víctimas será trágico: “Contaremos los muertos a miles”.



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